El mito, la historia, la ejemplificación dice que Isaac un día mirando el cielo y con el ocio en su punto neurálgico, de pronto y tratando de buscarle explicación a lo que a la postre sería un pie de gravedad, se puso de acuerdo con un árbol para que este dejara caer una manzana sobre su cabeza. Es aquí donde empieza fisicamente la gravedad del asunto. Digo gravedad, porque igual es algo vergonzoso. Lo que le cayó a Newton en la cabeza fue una sandía. Después de quedar inconsciente y soñar con la redacción de las tres leyes escritas en un Paul Hewitt de novena edición, resucitó y ni siquiera se percató del porqué de la caída de una sandía desde un manzano. Pero si supo que el secreto de la gravedad estaba en las sandías o por lo menos en interpretar a cada día como un día santificado. Y si no fueron los nombres y no vinieron los cielos, igual terminarían por ser compartidos. Ahora, Newton dijo que fue una manzana para que no se burlasen sus colegas. Un acuerdo al que llegó de pura inercia.
Por favor, que no se extraiga como moraleja el que ser ilustre para el resto de la historia significa dejar caerse una sandía en la cabeza desde un manzano pues; esa no es mi intención y menos la de mi honorable teclado. Tampoco vea en ello el modo de aumentar el desarrollo de su capacidad de inteligencia, ya que no conseguirá nada.
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