-Aló Seba,¿ te desperté?
Si, pero menos mal porque estaba estudiando y me quedé dormido ¿pasó algo?
No nada, no podía dormir y pensaba, ¿cuál es tu canción favorita en la vida?
No es que mi papá haga llamadas a esas horas, pero supongo que es normal pensando que siempre llega tarde a su casa y tiene mucho trabajo. Aún cuando habíamos hablado ese día por la mañana, su pregunta lejos de ser algo típica en mucha gente viniendo de mi papá me dejó pensativo. Es porque no tengo una canción favorita en la vida, y creo que nunca la tendré.
¿canción favorita? No tengo papá… supongo que por año quizás, o por etapa. Pero no, no tengo…
Aaah que eres fome… la mía es I since don’t have you de los guns. Pero ya po, ¿Cuál es tu canción favorita?
Eeh me gusta mucho Volver de Gardel, Under the bridge de los red hot, One y Stay de U2 , podría estar todo el día nombrándotelas…
Pero dentro de todas esas ¡¿cuál es la que más te gusta?!
Es que no se papá, puta podría estar pensándolo mucho rato y no llegaria a decidirme por una, nunca voy a tener una canción favorita papá.
Aún cuando mi papá tiene 43 años y yo 19, son súper pocas las cosas en común que tengo con él. Hemos pasado por muchas, he crecido criticando sus errores y jurándome nunca hacerme parte de sus defectos. Frente a todo eso sólo puedo agradecer el hecho de que todo lo malo que tiene ha sido bueno en mí. Es por eso que un día precisaré un buen momento para llamarlo en la noche y decirle que sus errores y defectos han sido una gran ayuda para mi. Y espero no tener una canción favorita nunca.
Dicen por ahí que lo único que uno no puede elegir en su vida es su familia de origen. Yo creo que existen otras muchas cosas más que tampoco se pueden elegir, pero en fin. Dentro de esas que Si se pueden elegir está la música y tomar las riendas de tu propia vida.
En mi casa, sea cual sea, nunca ha dejado de sonar la radio. Cuando mis papás aún estaban juntos siempre hubo un contraste entre la radio popular y la que rescata la música antigua, y en las noches esas ochenteras cuando los ochenta todavía no eran nostalgia, o bueno, tanta nostalgia.
Ahora las circunstancias son distintas, y tengo a la misma madre pero esta vez a un padrastro. Suena una radio popular, otra de música más antigua y la alternativa. En ese aspecto no han cambiado mucho las cosas.
Estaban los mil y un cassette, los mismos que ocupaba para construir ciudades para destruirlas gracias al efecto dominó, y en los que grababa canciones de la radio y hacia compilaciones conectando radios y armando dentro de un lado una buena lista. Cuando llegaron los CD, y con ellos discos que aun conservo, seguí ocupando los cassettes hasta más o menos la llegada de Internet. Tuvo que pasar un buen rato antes.
Hubo un tiempo, más o menos cerca del mundial de Francia, en el que me dio por escuchar mucha música y conocer bandas, y pedir discos y cassettes prestados. Mis hermanos estaban chicos, y se empezó a dar algo que hasta hoy sucede, pese a que ahora vivo lejos de ellos y sólo los veo un poco más el verano. La influencia. La misma que inconsciente tuve de mis padres y la radio, y aun en vano en ese tiempo trataba de ejercer en mis hermanos. Vino U2 el 98 y los red hot el 99, y ahí estuve junto a mi papá claro.
Algo pasó después, el californication fue el último disco que escuché. Lo más cerca que tuve después fue MTV y andar cantando eminen, papa roach, limp bizkit, system of a down, linkin park o alguna cosa rara que estuviera de moda. Tuvieron que pasar varios años antes de que volviera a interesarme por la música nuevamente. Supongo que en esos años debería haber tomado un instrumento y haber empezado, pero cuando mis papás se separaron fueron hartas las cosas que no hice y que ya a esa edad tenía pensado hacer.
Como en séptimo básico empezó algo así como “una reconstrucción musical”, aún cuando todo se movía en el matiz de U2 y red hot chili peppers, de repente un sin fin de bandas y artistas empezaron a sonar en el walkman. Ahí tuve la influencia de un profesor, que me presto un disco de los tres, otro de los cranberries y el último concierto de Soda Stereo. De pronto sin darme cuenta ese fiel y querido walkman que más tarde moriría cayendo desde una terraza, empezó a emitir Pink Floyd, Bob Marley, The Cure, Incubus, Queen, Los Beatles, The Clash, Nirvana por nombrar algunos. Durante ese año escuché mucha música, entremedio de un mundial (sin Chile eso si) y el 9 de Octubre de 2002 ya asistía a mi primer recital de adolescente o preadolescente en este caso, a unos dos metros de Flea y Anthony Kieds. Hacia fines de 2002, el rock argentino vino a invadirme y hasta esta fecha ha cesado. El 2003, año que recuerdo con mucho cariño, creo que empecé a volverme melómano, y ya no era escuchar bandas clásicas o hits de todos los tiempos, me empecé a interesar por esa música olvidada, los clásicos de nuestros abuelos y los surgimientos en los que nadie confía.
Sin ningún pudor podía estar escuchando Nino Bravo y cambiarlo por Oasis, o pasar de Cecilia, Leonardo Favio y de ahí a Hendrix terminando en mi amada Norah Jones. Y mientras pasaban los años, y digamos que “el mundo comienza a ampliarse” invertí mucho más tiempo en escuchar música, que en agarrar cuadernos o libros, o hasta escribir. Aunque lo último un buen tiempo me tuvo durmiendo cinco o cuatro horas diarias. Desde 2004 hasta 2007 escuché varias décadas de música, un par de catedrales y un monopatín. El año pasado, en gran parte por la falta de tiempo, sólo me limité a escuchar discos nuevos y descubrir una que otra cosa.
No tengo empacho en reconocer que es una obsesión incontrolable, pero que me apasiona una enormidad y con la cual he podido darle un sentido a muchos de esos días llenos de rutina. Mucha gente que me conoce sabe que siempre he sido igual, que antes que los críticos estén hablando del nuevo disco o que alguien empiece a dárselas del vanguardista que escucha tal o cual música y escuchó lo último de… o aquel disco de culto de… es probable que ya lo conozca. Y claro, no hay para qué hacerlo saber. Tampoco tengo empacho en decir que soy un egoísta con esto, que me quedo callado cuando descubro algo bueno en vez de compartirlo, prefiero disfrutarlo solo y cuando se vulgaricé allá ellos, la exclusiva es mejor. Tampoco lo he escuchado todo, aun cuando pretenda precisamente eso. Y sé que tampoco nunca lo escucharé todo. Sin embargo a los 19 años he escuchado mucha más música de la que hubiese imaginado a los 18, y menos de los que imaginaría a los 25. Y no dejo pasar esta oportunidad para decir que espero estar pronto componiendo mis propias canciones, musicalizando algunos de mis poemas y por qué no, sacar algún día mi propio disco. Me lo tomo con mucha calma y humildad, no pretendo ser una estrella ni nada de eso, sólo compartir lo mío de algún modo. Sueño con subirme a tocar a un escenario ante la gente que más quiero, y que ellos se sientan orgullosos de que ese tipo si pudo cumplir ese sueño.
Gracias a ella he despertado, vilipendiado, leído, entristecido, dormido, expresado, escrito, tenido sexo. He dibujado, llorado, reído, saltado, pintado, bailado, aplaudido, comido, estudiado, conjugado, besado, carreteado, molestado, recordado, escuchado, corrido. También he actuado, distinguido, mimado, traicionado, mentido, vivido, superado, perdido, ganado, perdido, ganado, goleado, justificado. He llegado antes, a la hora, atrasado, nunca llegué, nunca me fui, siempre estoy volviendo, nadie sabe para quien trabajo. He pensado muchas veces, en las micros, en los parques, con algún amor, con algún desamor, solo, en la lluvia, un día en que extrañamente nevó, cantando por la alameda, cuando tomé un tren al sur, en estaciones con nombres importantes, en calles inhóspitas, en hospitales, en cementerios, durmiendo junto a Loreto, tomando importantes decisiones, esperando cosas que nunca llegaron, insultando injusticias sociales, queriendo ser otro tipo, andando a caballo en el sur, perdido solo en una noche por Puente Alto o simplemente lejos de mi familia extrañando cosas de verdad, amigos, sonrisas, canciones en movimiento.
Por eso no tengo canción favorita, porque supongo que mi vida son muchos discos, llenos de grandes éxitos y grandes fracasos, con productores chantas, con tramoyas espectaculares, con videos con excelente fotografía y dedicatorias y agradecimientos merecidos. Pienso que las grandes personas no llegan a ser grandes por el resultado final o por el reconocimiento, o por cosas que en estos tiempos se toman en cuenta. Son grandes porque están hechas de detalles mínimos, de experiencias que los llenan de sabiduría, de valores como la humildad, la fraternidad, el amor y la excepcionalidad. De canciones que ellos mismos han compuesto a través de los años con esa esperanza, que es lo último que se pierde y que afortunadamente nunca se pierde.
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