Puedes estrechar todos tus sueños una tarde y hacerlos realidad de forma imprevista, o puedes trabajar día a día por tantas cosas supeditadas a múltiples alternativas y ver como cada una de ellas, llegan a su debido momento.
A fin de cuentas, pocas cosas nos amarran de verdad. Pueden sonar las alarmas de todos los despertadores dos kilómetros a la redonda y si lo deseo, hacer como si no sonara nada, seguir durmiendo y luego levantarme a tocar una canción significativa. O puedo estudiar hasta las dos o tres de la madrugada, en silencio, no distraerme en desvarío demasiado tiempo y por fin dormir instantáneamente. Por la mañana ducharme, tomar desayuno y partir a la municipal a estudiar nuevamente. Mientras tanto voy leyendo cualquier cosa, una idea viene sin advertencia y antes de que vuele el deber de plasmarla se concreta en los indicios de un comienzo, desarrollo o final desmesurado. En el intervalo leer los diarios, comprobar la dificultad de unpuzzle - ya a esa altura resuelto- con un rostro que seguramente no reconoceré, ni aquel sinónimo evidente que no atinaría a completar. Puedo gastar un minuto en pensar un tema de contingencia, y en el fondo invierto crítica y obtengo respuestas claras. En el diminuto instante imaginar su presencia en la otra silla, y sólo limitarme a esperar a que llegue cualquier día.