No tuve que firmar ningún tipo de pacto con el diablo para que se llevara mi alma envuelta en un crucigrama de diario derechista. Tampoco tuve que ser un desgraciado ente vagabundo de sus recuerdos para terminar siendo la sombra de mi sombra. Fue sólo que la excusa de un mundo tan controlador sostuvo el destino como a una hoja seca que se hace añicos, y en la sensación de ver la destrucción radical de su color, olvidé que todo era parte del tercer acto de aquel personaje que creé y del que nunca más pude librarme. Me aburrí de lo contemporáneo y de las pseudo-vanguardias que seguían manifestando un mejor universo. Quizás nunca comprendí que marcharse sin ser visto era la solución más factible a estas alturas de la vida, pero ahí estaba, tratando ser participe de la mezcolanza de ímpetu y solemnidad que en contra de todo lo establecido e injusto lucha hasta el final.
La vida del dinosaurio Anacleto Angelini fue mucho más entretenida.
Siempre aparecía la misma canción, con el mismo acorde huevón y repetitivo, con la misma cuota infaltable de woo woo woo. Parece que una vez se lo dije: te pareces a mi DVD de Guns 'n Roses olvidado. El pobre estaba rayado, lleno de pena informática y acordándose de que alguna vez fue tomado en cuenta y electrificado de pasión adolescente. Ahora es un September Rain, de ciudades europeas y aeropuertos fantasmas que se pasan despidiendo de lo que más han querido. La vida de los aeropuertos siempre fue lo mio. Ese sabor que tiene saber. Ese sabor que tiene saber que estabas de cumpleaños y que la voz de campanita neoliberal austríaca controlaba los miles de kilómetros que nos separaron. Puta. Reputa. Siempre lo fuiste y lo seguirás siendo, inconforme pasen los años. Tenés que ser de todos. Aunque recites de rokha en francés y te quiebres de egocentrismo, aún cuando mueras y vuelvas a nacer. Aún cuando esos ojos color miel hayan perdido su brillo natural y yo ya te haya olvidado definitivamente, como ahora.
Volverse un hijodeputa indolente y dejarse llevar el alma, es parte del ciclo megalómano de querer pegarse un balazo en la sien de pura curiosidad. Volveremos a surcar microondas que llegan a la luna y te enseñan el principio del olvido. La eternidad nunca ha existido.