Depende del día, depende de la persona, depende de si ando contento, depende de lo que se estudie, depende del disco que ande escuchando, depende de quien piense, depende de quien lo diga, depende de quien echa la moneda, depende del bolsillo, depende de mi padre, depende de mi mismo, depende del azar, depende de cuanto me esfuerce, depende de la estrategia, depende de sus ojos, depende de lo espontáneo que pueda ser, depende del sol, depende de las palabras, depende de la forma en que se enuncia, depende de la muerte, depende de lo imposible que sea, depende del año, depende de la autoridad, depende de lo que se pierda, depende del semáforo, depende del recorrido, depende del tipo de mujer, depende del horóscopo, depende del depende.
No me creo jarabe de palo, ello dijeron hartas cosas antes. Para mi esos dependes me interdependen ahora, en este trance, instante, ciclo, lechuga. Siento que a veces escribir todo lo que siento es un error. Creo que establecer esa división tajante y categórica que sin darme cuenta he establecido está mal. Puedo escribir de cómo es que me siento y que siento de lo que me rodea, y como es que me pienso y luego pienso de lo que acontece fuera de mi. Al final las dos cosas son pura dependencia y aunque trate de distinguirlas férreamente nunca podré abandonar ambos criterios del todo, porque siempre son uno aunque uno intente por todos los medios deshacerse de uno de ellos a fin de utilizar el otro. Definitivamente nunca terminan siendo excluyentes, por más que trate de eufemizar las ideas. No puedo transformarme en un zapato, ni menos en un calcetín (de polar eso si). Ni intentar ser un corazón parlanchín o un hígado con cirrosis hepática. Menos transformarme en un solo sentimiento para escribir desde ahí, porque al final mis palabras terminan siendo puros objetos bien abstractos, y contradicciones de contradicciones infinitas.
La lógica se nos derrumba, el amor se hace añicos.
El cerebro se contamina, el corazón se nos destroza. Dígase como quiera.
Por eso escribo a las tres de la mañana, porque a esta hora es cuando mis pensamientos y sentimientos confluyen y logran generar ideas bien extrañas. Suelen plasmar algunos versos, pero hoy sólo quieren salir y transformarse en esto.
Hay días en los que pienso que la vida tiene mucho sentido y que es bueno pensar de forma positiva acerca de las infinidades de cosas que pasan en un solo momento por mi mente. Luego experimento cosas que suelen no ser favorables y no cambio de parecer. Al menos mi terquedad de seguir siendo positivo siempre dice que finalmente me trae su recompensa. Cuando siento ese estado desolador, de que muchas personas están alrededor mío pero no existen porque ando en Júpiter y quiero estar solo junto a una estufa en el casino y estudiar algo, siempre llega alguien y me saca una sonrisa o hace que un instante tan cotidiano se me vuelva entretenido o poesía. Otros días, digo que la melancolía no tiene nada de malo, porque siempre se entiende a la melancolía como una pena o una nostalgia, y aunque bien la implican no son absolutamente esas dos palabras. Puedo ser un individuo melancólico, pero no es porque siempre ande apenado o nostálgico, sólo pensativo, reflexivo y silencioso. No es que cambie de estado de ánimo de un momento a otro, es que puedo reaccionar de diferentes maneras porque lo que en este caso hace de reactor determina y hace depender lo que suceda. Hay días en que puedo hacer reir a un circo lleno de payasos pero por dentro lo único que quiero es un abrazo.
Es cierto lo último que me dijo y que resultó importante escuchar de ella: antes disfrutaba de las cosas simples.
Si bien aquello no es ciento por ciento, mucha razón existe en la frase. Pero he crecido, he sentido como los últimos dos años han hecho que mis ideas y mis convicciones evolucionen. Pienso que ha sido lo mejor, he aprendido a controlar mis emociones, mi temperamento aunque a eso haya eliminado parte de mi espontaneidad. Pero no es que haya destruído la parte espontánea de mí, es sólo que la he callado, le he dicho que obedeciendo a su naturaleza salga cuando sea el momento oportuno. Al final ser espontáneo todo el tiempo viene a decir que la actitud de por sí es una reiteración y no existe espontaneidad tal.
También he cerrado cada vez más esa parte de mí. Un hombre puede hacerse fuerte cuando se decepciona como dice Fito, pero mientras más va decepcionandose hace que vaya cerrándose más a una mujer que pueda llegar. Cuando decide abrirse nuevamente entonces viene la decepción, y todo queda en nada. Lo decía en el post anterior, el día que esté seguro de haber sentido amor alguna vez será cuando una mujer me haga experimentar algo que jamás haya sentido y que sea comparadamente superior a eso parecido que debería llamarse amor. Y entonces viene a mi mente las palabras del Ivo en el verano, en la casa del Simón ya como universitarios y no como niñitos, de que las personas que se enamoran siempre terminan sufriendo. No puedo decir que esté equivocado, porque lo dice desde su experiencia y en este tipo de cosas no existe uniformidad. Pero creo que lo mejor al final es correr estos riesgos, de lo contrario vivir se vuelve algo mecánico, completamente racional, y da lo mismo si terminas escribiendo a las tres de la mañana en vez de estar durmiendo abrazado a una mujer, porque probablemente dejaría a esa mujer sola un momento, escribiría algo parecido a esto y volvería para abrazarla con más fuerza. Pero con esa fuerza de verdad. Me da lo mismo todo lo que haya sufrido por amor, o lo que pudiera sufrir, si existen personas a quienes pueda entregar lo mismo mientras uno entregue sin esperar lo que se recibe.
Y aunque he insistido con el cuento del cuaderno azul y sus últimas páginas, todo lo que he dicho coincide una vez más con esta etapa de mi vida, en la que estoy lleno de miedo y de inseguridades, pero en que no me desespero porque algo bueno viene en camino. Es cosa de tiempo. Puedo despertar e ir a ducharme, luego tomar desayuno con mis pantuflas de perrito, echar mis cosas al bolso y tomar una rengo lientur para hacer la continuidad o el comienzo, depende de donde se esté viendo.
No me creo jarabe de palo, ello dijeron hartas cosas antes. Para mi esos dependes me interdependen ahora, en este trance, instante, ciclo, lechuga. Siento que a veces escribir todo lo que siento es un error. Creo que establecer esa división tajante y categórica que sin darme cuenta he establecido está mal. Puedo escribir de cómo es que me siento y que siento de lo que me rodea, y como es que me pienso y luego pienso de lo que acontece fuera de mi. Al final las dos cosas son pura dependencia y aunque trate de distinguirlas férreamente nunca podré abandonar ambos criterios del todo, porque siempre son uno aunque uno intente por todos los medios deshacerse de uno de ellos a fin de utilizar el otro. Definitivamente nunca terminan siendo excluyentes, por más que trate de eufemizar las ideas. No puedo transformarme en un zapato, ni menos en un calcetín (de polar eso si). Ni intentar ser un corazón parlanchín o un hígado con cirrosis hepática. Menos transformarme en un solo sentimiento para escribir desde ahí, porque al final mis palabras terminan siendo puros objetos bien abstractos, y contradicciones de contradicciones infinitas.
La lógica se nos derrumba, el amor se hace añicos.
El cerebro se contamina, el corazón se nos destroza. Dígase como quiera.
Por eso escribo a las tres de la mañana, porque a esta hora es cuando mis pensamientos y sentimientos confluyen y logran generar ideas bien extrañas. Suelen plasmar algunos versos, pero hoy sólo quieren salir y transformarse en esto.
Hay días en los que pienso que la vida tiene mucho sentido y que es bueno pensar de forma positiva acerca de las infinidades de cosas que pasan en un solo momento por mi mente. Luego experimento cosas que suelen no ser favorables y no cambio de parecer. Al menos mi terquedad de seguir siendo positivo siempre dice que finalmente me trae su recompensa. Cuando siento ese estado desolador, de que muchas personas están alrededor mío pero no existen porque ando en Júpiter y quiero estar solo junto a una estufa en el casino y estudiar algo, siempre llega alguien y me saca una sonrisa o hace que un instante tan cotidiano se me vuelva entretenido o poesía. Otros días, digo que la melancolía no tiene nada de malo, porque siempre se entiende a la melancolía como una pena o una nostalgia, y aunque bien la implican no son absolutamente esas dos palabras. Puedo ser un individuo melancólico, pero no es porque siempre ande apenado o nostálgico, sólo pensativo, reflexivo y silencioso. No es que cambie de estado de ánimo de un momento a otro, es que puedo reaccionar de diferentes maneras porque lo que en este caso hace de reactor determina y hace depender lo que suceda. Hay días en que puedo hacer reir a un circo lleno de payasos pero por dentro lo único que quiero es un abrazo.
Es cierto lo último que me dijo y que resultó importante escuchar de ella: antes disfrutaba de las cosas simples.
Si bien aquello no es ciento por ciento, mucha razón existe en la frase. Pero he crecido, he sentido como los últimos dos años han hecho que mis ideas y mis convicciones evolucionen. Pienso que ha sido lo mejor, he aprendido a controlar mis emociones, mi temperamento aunque a eso haya eliminado parte de mi espontaneidad. Pero no es que haya destruído la parte espontánea de mí, es sólo que la he callado, le he dicho que obedeciendo a su naturaleza salga cuando sea el momento oportuno. Al final ser espontáneo todo el tiempo viene a decir que la actitud de por sí es una reiteración y no existe espontaneidad tal.
También he cerrado cada vez más esa parte de mí. Un hombre puede hacerse fuerte cuando se decepciona como dice Fito, pero mientras más va decepcionandose hace que vaya cerrándose más a una mujer que pueda llegar. Cuando decide abrirse nuevamente entonces viene la decepción, y todo queda en nada. Lo decía en el post anterior, el día que esté seguro de haber sentido amor alguna vez será cuando una mujer me haga experimentar algo que jamás haya sentido y que sea comparadamente superior a eso parecido que debería llamarse amor. Y entonces viene a mi mente las palabras del Ivo en el verano, en la casa del Simón ya como universitarios y no como niñitos, de que las personas que se enamoran siempre terminan sufriendo. No puedo decir que esté equivocado, porque lo dice desde su experiencia y en este tipo de cosas no existe uniformidad. Pero creo que lo mejor al final es correr estos riesgos, de lo contrario vivir se vuelve algo mecánico, completamente racional, y da lo mismo si terminas escribiendo a las tres de la mañana en vez de estar durmiendo abrazado a una mujer, porque probablemente dejaría a esa mujer sola un momento, escribiría algo parecido a esto y volvería para abrazarla con más fuerza. Pero con esa fuerza de verdad. Me da lo mismo todo lo que haya sufrido por amor, o lo que pudiera sufrir, si existen personas a quienes pueda entregar lo mismo mientras uno entregue sin esperar lo que se recibe.
Y aunque he insistido con el cuento del cuaderno azul y sus últimas páginas, todo lo que he dicho coincide una vez más con esta etapa de mi vida, en la que estoy lleno de miedo y de inseguridades, pero en que no me desespero porque algo bueno viene en camino. Es cosa de tiempo. Puedo despertar e ir a ducharme, luego tomar desayuno con mis pantuflas de perrito, echar mis cosas al bolso y tomar una rengo lientur para hacer la continuidad o el comienzo, depende de donde se esté viendo.
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